Women's Activism NYC

Ana Maria Martinez Sagi

1907 - 2000

By: Raul Flores | Date Added:
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Ana Mª Martínez Sagi – a partir de su exilio en 1939 -, ha permanecido un tiempo eclipsada en las relaciones de escritoras del período 1920-1969 en que publica su último poemario. La recuperación reciente de su figura y su obra, la mujer “poeta, sindicalista y virgen del stadium” como la definió César González Ruano en una entrevista publicada primero en El Heraldo (19-6-1930) y recogida después en su libro Caras, caretas y carotas (1930), la debemos a Juan Manuel de Prada que en Las esquinas del aire reconstruye su itinerario biográfico. Era la AnnaMSagitercera de cuatro hermanos –Mari Pepa, Armando, Ana María y Beatriz- y nació en el seno de la burguesía acomodada de Barcelona: su padre José Martínez Taxe se dedicaba al comercio textil. Pronto se revolvió contra la voluntad familiar, especialmente de su madre, Consuelo Sagi, y contra los convencionalismos sociales de su tiempo. En 1930 viaja sola a Madrid para presentar y promocionar su primer libro de poesías, Caminos, escrito en 1929, y es entrevistada por Cansinos-Assens en La Libertad (6-7-1930). Alberto Insúa lo hace en La Voz (25-7-1930) y la eleva a la categoría de heredera de Rosalía de Castro. El poemario fue reseñado por Luis Astrana Marín en el diario Las Noticias (6-7-1930) y por Elisabeth Mulder, que le dedicó un extenso comentario en La Noche (17-5-1930) con el título “Una mujer que canta”. Su biografía pública arranca de sus éxitos conseguidos como deportista: llegó a ser campeona nacional de lanzamiento de jabalina; su vocación literaria y su vocación política como sindicalista, feminista y republicana están también ligadas a sus ideales de libertad e igualdad para la mujer. Obtuvo por oposición una plaza en el Servicio de Prensa del Ayuntamiento de Barcelona. Fue promotora del Club Femení i d’Esports de Barcelona en 1928 cuya promoción en Madrid la llevó a pronunciar una conferencia en el Lyceum Club, de la que se hizo eco la revista Ahora (3-10-1931) y llegó a ser portada y figurar en una crónica de ABC (31-10-1931). El deporte junto a temas de alcance de crítica social, antimonárquica, anti-aristocrática y política nutrieron sus artículos, que entre 1932-1934, aparecieron en las páginas de Crónica; a partir de 1933 la revista acogió también las entrevistas que hizo a mujeres catalanas relevantes, entre otras, a las escritoras Caterina Albert Víctor Catalá y Carmen Monturiol, a la intérprete de música María Teresa Vernet, a María Pi de Folch –militante de Unión Social– María Carratalá –concertista-, Amanda Llebot –militante de Acción Catalana-, a María Dolores Bargalló -militante de Ezquerra Republicana- entre otras. Uno de los temas abordados siempre fue la controvertida cuestión del voto femenino. En el mismo periodo fue también nombrada redactora de plantilla de la revista La Rambla, donde se incluye un amplio reportaje sobre su propia toma de posesión en el Consejo Directivo del Fútbol Club Barcelona, cargo en el que no llegó a alcanzar el año por notables discrepancias con el resto de sus miembros acerca de la conveniencia de crear dentro del Club una sección femenina. En 1932 publicó el poemario Inquietud, prácticamente ignorado por la crítica madrileña y catalana del momento, y al que nuevamente Elisabeth Mulder dedicó una reseña en la revista La Noche y un poema titulado “Retrato de Ana María Martínez Sagi”, donde se ponen de manifiesto no solo la estrecha relación de amistad existente entre ambas escritoras, sino la conjunción en sus sentimientos afectivos, poco ortodoxos para los convencionalismos y normas morales de su tiempo. Al poema de Elisabeth Mulder responde Ana María en Inquietud con otro “Retrato” que dedica a la todavía entrañable amiga, antes de que la ruptura definitiva de relaciones se produjera entre ambas y Ana María dijera adiós con el poema “La despedida”. La guerra civil española, sobrevenida poco tiempo después de la muerte de su padre, dio a la autora catalana la independencia por la que tanto venía luchando. Tras ciertos vaivenes en ambientes anarquistas y libertarios, Ana Mª se unió a la Columna Durruti como corresponsal de guerra bajo el apodo de “La Aristócrata”. Las entrevistas al líder revolucionario aparecieron en la prensa hispanoamericana gracias al carnet de corresponsal que le consiguió el marido de su hermana Mari Pepa en El Tiempo de Bogotá. Perdida la guerra por el bando republicano, marcha a Francia como exiliada en enero de 1939 por la frontera de Cerbère. En 1940 pasa un tiempo en París de donde debe salir por su condición de emigrada política. En Chartres se enrola en las filas de la Resistencia dejando su testimonio en el poema “La Guerra”. De nuevo está en París entre 1942 y 1947; allí reencuentra a César González-Ruano y es condecorada por la República en reconocimiento de sus actividades en la Resistencia; sobrevive dando clases particulares, haciendo trabajos para las editoriales, componiendo canciones de música y participando en emisiones radiofónicas. En 1947 marcha a Cannes, donde se gana la vida con la pintura y el interiorismo, y en 1950 se instala en Montauroux y conoce a un ingeniero llamado Claude, padre de su hija Patricia a quien dedica otro poema lleno de ternura. A la muerte de ésta en 1957 emigra a los EE.UU. donde ejerce como profesora de español en la Universidad de Illinois. El recuerdo imperecedero de Palma de Mallorca, que había conocido en 1932 acompañada de Elizabeth Mulder, la inclina a elegir Alcudia en sus breves temporadas en España adonde volverá a encontrarse con el rechazo familiar, el desapego de antiguas amistades y el olvido generalizado en los ambientes culturales, a pesar de haber dado un recital poético en septiembre de 1970 en una librería mallorquina. Laberinto de presencias (León, 1969) es el último poemario publicado en vida por la autora; en él vuelca su añoranza de España y la angustiosa presencia de un amor pretérito. El volumen lleva por subtítulo Antología y en las cinco partes en que se divide ofrece un recopilatorio de poemas varios, especialmente los escritos en el destierro. Prada señala en ellos matices diversos: la celebración de los sentidos, en Canciones de la isla (1932-1936), los tonos nostálgicos y sombríos del destierro en País de ausencia (1938-1940), el ardor permanente de una herida de amor que no se cierra en Amor perdido (1933-1968), de forma más insistente el dolor del exiliado que rezuman los poemas de Jalones entre la niebla (1940-1967) y los dos últimos conjuntos poemáticos mucho más flojos y “devaluados”, compuestos a partir de su estancia en los EE.UU.: Los motivos del mar (1945-1955) y Visiones y sortilegios (1945-1960). Algún poema suelto aparece en revistas como Arkangel (Córdoba, nº 2, 1954), posiblemente llegado allí a través de algún amigo de los editores, quizá Amparo Gastón o Gabriel Celaya que también mandaron unos poemitas a la revista. A partir de 1969 escribe poemas y recoge varios textos manuscritos bajo el título “La voz solar”.

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